El miedo nos mueve, el miedo bien canalizado puede ser un combustible poderoso, pero el miedo también puede ser el veneno paralizador más potente que haya existido.

He tenido una relación extraña con el miedo, ha sido un gran aliado en muchas batallas, pero me ha hundido en muchas otras. 

Algunos días lucho incansable por deshacerme de él, por no tener que rendirle cuentas nunca más, pero es inútil, cuando estoy cerca de “perderlo”, me pierdo a mí. 

El miedo es una sensación desagradable, pero no negativa, el miedo nos llama a retirarnos del campo de batalla, nos hace sentir indefensos y pequeños.

He ahí la belleza del miedo, nos regala una oportunidad de demostrarnos a nosotros mismo que podemos, que somos más que él.

Sin el miedo, nada tiene sentido. 

Gracias a él, puedo sentirme vivo.